Abundancia: el flujo natural de la vida

 


Nacimos completas, sin percepción de carencia, contenidas por algo mucho más grande que nosotras: la existencia misma. Llegamos nutridas en cada célula, cada una de ellas sabe qué hacer, cómo hacerlo y en qué momento hacerlo. Todo esto sin que tengamos consciencia alguna, en perfecta armonía con el Todo. La Abundancia es el estado natural del Ser, no falta nada, hay plenitud. ¿En qué momento empezamos a creer que falta algo?

Hace poco invité a mi madre a desayunar en casa: cafecito caliente, el famoso Gallo Pinto tico, huevito frito, y añadí unas rebanadas de queso fresco. Cuando ya todos terminamos, quedó un pedazo pequeño de queso, pregunté si alguien lo quería y nadie asintió, y como era un pedazo muy pequeño decidí botarlo. En seguida mi madre saltó y lo pidió, haciendo una llamada de atención importante “Melanita la comida no se bota, eso es pecado”. Ante sus palabras, guardo silencio y recibo lo que es para mí. Continuo retirando los platos de la mesa y ella agrega “cuando no tenga qué comer se va arrepentir”. ¡Sentí un flechazo en el pecho! ¿creerá mi madre que en algo momento no tendré para comer? ¿es esta una previsión, una maldición, o un simple dicho? No tengo estas respuestas pues la frase salió de su boca, pero si sabía algo con completa certeza: ¡esa era su verdad, no la mía!

Mientras vamos creciendo y aprendiendo de nuestro entorno, copiamos patrones y creencias de la tribu que nos sostiene, esto es un instinto biológico para lograr sobrevivir pues somos completamente dependientes. En ese aprendizaje, es usual que empecemos a asociar el “tener” con el “estar bien”. Hago una pausa acá: está claro, que no podemos obviar la base estructural del sistema en el que estamos, donde en muchos casos las necesidades básicas ni los derechos sociales están cubiertos, y por tanto, se vive en una realidad cotidiana de carencia material, esta experiencia por supuesto que impacta e influye en el modo de ver la vida. Sin embargo, en este apartado me refiero a “tener” desde la concepción de “poseer” y a su vez, crear identidad a partir de esa posesión, es decir: esto es mío y me identifica, y sin esto dejo de ser yo. Piensa ahora en tu conocimiento, en tus hobbies, en tu religión, en tus títulos, en tu estado civil, en tu trabajo. Todas estas condiciones no te definen, y sin embargo “tenerlas” te crea identidad, y por tanto, carencia, cuando cambien o dejen de estar.

Entre más “tenemos” (o creemos tener), más miedo nos da perder, y este pensamiento activa mecanismos arcaicos de supervivencia constante, pues ese es el fin último de la especie: sobrevivir. Desde ahí, vivimos la abundancia (con “a” minúscula) como la capacidad de acumular o de poseer, y cuando no tenemos, entramos en modo alerta, con emociones y pensamientos alrededor de no ser suficientes, tener que producir más, ganar más dinero, ahorrar para el futuro, comprar una casa, alcanzar un puesto, conseguir pareja, o, no botar el pedacito de queso porque si después te hace falta comida te vas a arrepentir. ¿Se entiende? Ninguna de estas elecciones es correcta o incorrecta, eso sería entrar en juicios, sin embargo, elegirlas desde la necesidad o sensación de carencia, es exactamente lo que nos hace olvidar que ¡Somos abundantes por naturaleza!

Abundancia no es tener más, sino reconocer que tenemos todo lo que necesitamos en este preciso momento que es EL AHORA. Revisa si aquí y ahora, ya mismo, te hace falta algo para ser o estar. No. Entonces no se trata de tener, se trata de orden, de conexión con el flujo y de sabernos parte del Todo. Por eso, la prosperidad puede ser material, mientras que la Abundancia es una Consciencia. Una persona puede tener poco y sentirse plena, o tener mucho y sentirse vacía. En Constelaciones Familiares se mira la Abundancia como la conexión con la vida, y, por tanto, con quienes nos dieron esa vida: Mamá y Papá.

Mamá es ese puente entre yo y la Vida. Nuestro primer contacto, abrigo, sostén y nutrición. La experiencia que hayamos tenido durante los 9 meses en su vientre, nuestra llegada al mundo, la lactancia y alimentación y los primeros años a su lado, influyen considerablemente en nuestra percepción de Abundancia. Si hubo ausencia o dolor, si hubo condicionamiento para ser amados, si hubo exigencia, puede que en la vida adulta sintamos que “no alcanza”, que “no merecemos”, o que debemos esforzarnos mucho para recibir.

Por su lado, Papá (presente o ausente), es el puente entre yo y el mundo. Su figura empieza a ser importante -de manera directa- a partir de los 7 años, donde la interacción con otros es mayor y donde empezamos a tener un desapego con la figura de mamá. Lo que aprendamos de él, o nos haga falta de él, tiene impacto en nuestra proyección de éxito, de vocación, y del servicio a otros. Cuando hubo ausencia de esta figura, lejanía, desprotección, violencia, es probable que tengamos conflicto en la estructura para desempeñar un sueño o proyecto, sensación de pequeñez, creencia de no valer o no tener respaldo.

En una de mis sesiones trabajé con una consultante que sentía que la abundancia siempre se le escapaba de las manos. Cuando colocó en la Constelación la figura de la Abundancia frente a ella, su cuerpo dio un paso atrás antes de que pudiera pensarlo. Al preguntarle qué sentía, respondió “peligro”, y rápidamente apareció su historia familiar: creció escuchando que tener más era sospechoso, que quienes tenían dinero usualmente era proveniente de engaños o mal uso del poder, y que la vida siempre cobraba algo. Sin saberlo, había asociado la Abundancia con el miedo a que pensaran mal de ella, y su autosabotaje no era incapacidad, sino una lealtad profunda hacia ese pasado. La sesión abrió la posibilidad de que ella viera ese patrón con claridad y pudiera empezar a preguntarse, desde un lugar adulto: ¿a quién sigo siendo fiel cuando me limito?

Nuestros padres fueron altamente influyentes en nuestra forma de relacionarnos con la Abundancia, ya sea que repitamos sus ideas o creencias, o que las resistamos. Al hacernos adultos, podemos reparar, y elegir de qué modo ver la vida para Ser y Estar en ella. Colocar a mamá y a papá en su lugar, honrando su papel y dejando hacer reclamos o de pedir que sean distintos, nos permite abrirnos a recibir, y es ahí donde entra el verdadero merecimiento, el cual no se gana, no hay nada que “hacer”, sino que sólo se permite.

La Abundancia no se manifiesta únicamente desde la acción, la verdadera creación radica en reconocernos merecedores: primero soy, luego hago, y finalmente tengo. Cuando reconocemos toda esta conexión, empezamos a crear coherencia, el hacer se vuelve liviano y el tener llega como consecuencia natural.  ¿Lo crees? ¿Cómo entonces podríamos crear lo que no creemos? Si una parte mía aún vive en la carencia, por más afirmaciones o rituales que haga, el inconsciente seguirá saboteando para alinearse con mis creencias más íntimas. Es por eso que en Constelaciones Familiares trabajamos desde el inicio las lealtades familiares, los patrones de pensamiento, nuestro lugar en el sistema, y finalmente, esa coherencia, entre lo que el alma siente, la mente piensa y el cuerpo expresa, manifiesta nuestro estado natural de Abundancia: no nos falta nada, porque nos tenemos completas.

Al final, conectar con la Abundancia es un acto de regreso: a la vida, a nuestros padres, a la Tierra y a nosotras mismas. No es un destino, es un movimiento interno que se hace posible cuando dejamos de luchar, cuando soltamos la necesidad de controlar y nos permitimos ser sostenidas. La Abundancia llega cuando honramos lo que fue, agradecemos lo que es y abrimos espacio para lo que viene. Y así, desde ese lugar de humildad y confianza, la vida se expande. Porque la Abundancia no se persigue: se encarna, se recibe y se celebra, ella no llega cuando hago más, sino cuando dejo de resistirme al Amor que ya me sostiene.”

Melania Rashida Orozco

BioConstelaCR


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